RECORRIENDO El Evangelio según San Mateo I

Cuando oímos la lectura de un pasaje del evangelio en la celebración eucarística, tendemos a escucharlo o bien como la repetición de un recuerdo de otros tiempos, un episodio de la existencia terrena de Jesús, el fundador del cristianismo, que pertenece por entero al pasado, o bien como un mensaje intemporal, un “ideal moral” en el que deben inspirarse nuestras acciones, o como una ideología abstracta, una especie de filosofía que hay que asimilar para llegar a tener una “mentalidad” cristiana. Sea como sea, percibimos un desajuste, si no un divorcio, entre el pasado de la historia y la actualidad de nuestra fe. ¿Cómo leer entonces el Evangelio en la vida, y nuestra vida en el Evangelio? De hecho, es mediante la liturgia, y más especialmente mediante la celebración eucarística que nos reúne todos los domingos, como esa síntesis tiene que realizarse. Es allí, en efecto, donde Jesús, vivo, resucitado, presente ante su Iglesia de todos los tiempos, se presta a ser tocado, tan verdaderamente como se brindaba al contacto familiar con sus contemporáneos.