Por qué el destino puso este libro en tus manos

¿Puede la lectura de un relato transformarnos? Tras el sugerente título, "Por qué el destino puso este libro en tus manos" el lector hallará la respuesta, o mejor dicho, las respuestas. Y es que en los veintinueve originales relatos que se recogen en este volumen, el autor, Chema Vílchez, nos proyecta una amalgama de imprevisibles circunstancias y personajes inolvidables: Amina, Cabaas, el profesor Oldtow, el loro gris, la partitura, el terrorista, el candidato, el extraterrestre y muchos otros se convertirán en un ineludible espejo vital. 


Veintinueve relatos directos, sin engolamientos, con múltiples lecturas y con una profunda sabiduría conectada a los convulsos tiempos que vivimos. Cuentos que nos abren la puerta a lo esencial, a un mundo lleno de sentido y de belleza embriagadora, más allá de lo aparente. Historias, a veces verídicas, que quedarán prendidas en la memoria del lector impregnando sus recuerdos de emociones positivas e inspirándole a una intensa transformación. Y todo ello acompañado por las ilustraciones de Carmen Redondo, una brillante y genial artista plástica que ha sabido representar de manera magistral la esencia de cada narración. 


Si alguien les dice que es un excelente libro de cuentos, no le crean, es mucho más que eso. Pero tengan cuidado, una vez se sumerjan en el rito que el autor propone, leyéndolos durante un ciclo lunar, veintinueve noches, posiblemente nunca vuelvan a ser los mismos. Entonces comprenderán, complacidos, porqué el destino puso este libro en sus manos. 


“…Chema Vílchez se nos abre, a través de estas páginas, a ese arco iris de estados existenciales que recorren forzosamente todos los espíritus libres para los que existir sin vivir no es una opción. Por medio de una incuestionable y original sabiduría narrativa, nos acaricia con imágenes de esperanza, nos sacude el desasosiego humano, nos emociona y nos impele en poéticas e ineludibles exhortaciones a vivir desde una presencia que, paso a paso y arañazo a arañazo sobre el velo de lo cotidiano, nos ayudará a palpar la verdad obvia, auténtica e inmutable que calma la sed del espíritu. Y después de darse todo, entero, sin matices, a uno le queda el dulce sabor de la esperanza y de la certeza rocosa de que no vinimos a este mundo para estar solos”.