Memorias de un hombre de acción: Las figuras de cera Memorias de un hombre de acción: Las figuras de cera

Memorias de un hombre de acción: Las figuras de cera

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Descripción editorial

Una mañana de junio de 1838 varias galeras con toldo y cuatro ruedas, unas tiradas por dos, otras por un caballo de patas gordas, marchaban por el desfiladero de Roncesvalles, larga y empinada cuesta llena de zig-zags, de curvas y de meandros, que sube desde San Juan Pie de Puerto hasta Burguete.

El día estaba claro en la parte de Francia y obscuro y nublado en la de España.

En el valle del Nive, los montes, cubiertos de árboles, aparecían inundados de sol; hacia España las nubes iban agarrándose a los picachos y entrando en las hondonadas.

Este famoso desfiladero de Roncesvalles, que recuerda a Rolando con su olifante, al arzobispo Turpín y a los doce pares de Francia, no tiene el carácter áspero y terrible que le supone la leyenda.

Es el paisaje allí suave y verde, hay muchas praderas, campos cultivados, grupos de hayas y de robles. Las moles de piedra que los fieros vascones lanzaban contra las tropas brillantes de Carlomagno han desaparecido por escotillón; quizá no existieron nunca o fueron del tamaño de las almendras, y la batalla de los carlovingios con los sarracenos, según la versión francesa, o de los carlovingios con los vascones y godos, según la versión española, no tuvo más importancia que una pedrea de chicos. Verdad es que estas pedreas son más fecundas para la literatura que las grandes batallas modernas con sus enormes carnicerías y hasta sus salchicherías, inspiradas en métodos científicos y exactos.

El Monasterio de Roncesvalles, como muchas cosas antiguas, tiene más nombre que realidad.

Los carros que subían la cuesta hacia Burguete esta mañana fresca de junio eran, en su mayoría, galeras con el techo embreado, con las cuatro ruedas casi iguales. Por su aspecto parecían más bien ser franceses que españoles. Entre carro y carro conservaban una distancia de cien o doscientos metros. Podía suponerse que llevaban algún cargamento de armas para los carlistas, pues en aquel año de la guerra todos los puertos de la frontera vasco-navarra, excepción hecha de Irún, estaban ocupados por los facciosos. Al lado de las galeras iban los carreteros, que a veces tenían que calzar las ruedas con piedras y empujar luego a hombros, porque en algunas partes los caballos no podían con los pesados vehículos.

GÉNERO
Ficción y literatura
PUBLICADO
2020
15 de noviembre
IDIOMA
ES
Español
EXTENSIÓN
269
Páginas
EDITORIAL
Library of Alexandria
VENTAS
The Library of Alexandria
TAMAÑO
649.5
KB

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