Adivina a quién se cargan esta noche
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Descripción editorial
- Mac Allister - increpó muy severo el Lord - ¿Qué es lo que le has hecho a Martha?
- ¿Yo? Yo no he sido, Edmund - se excusó muy atribulado el fantasma.
- Mac, ¡qué cara más dura tienes para ser un fantasma! No me intentes engañar, que nos conocemos.
- Vamos Mac Allister - Apoyó tranquilizadora la ÂRatita - sé juicioso y dile la verdad a Edmund.
- Ha tenido ella la culpa - se defendió el fantasma-. Me ha insultado. Me ha llamado 'fantasma miserable'.
- Bueno, y tú, ¿qué le habías hecho a ella? - quiso saber Lord Edmund.
- Le había tirado un pellizco en el culo, pero ha sido en broma. Y además, si no tiene culo ni tiene nada.
- Mac Allister, no hace falta que digas groserías en mi presencia, por favor - dijo muy ofendida Lady Babbington.
- ¡Perdón! No ha sido mi intención, mi Lady - dijo muy educado y muy respetuoso el fantasma.
- ¿Cómo te las has apañado para tirarle un pellizco, Mac? Se supone que tú no...
- Eso son cosas mías, Ed. Uno tiene sus trucos.
- Está bien, Mac - continuó reprendiendo Lord Edmund - tienes que ser más serio, piensa que ya no eres un crío. No te metas más con Martha. Déjala en paz y así no habrá líos. ¿Entiendes?
- Pero si es que me pone enfermo la tía esa - estalló Mac Allister, con razón.
- Mira, vete a descansar y déjanos también hacerlo a nosotros y procura no ser tan revoltoso en el futuro, ¿me lo prometes?
- Bueno, pero dile a ella que no se meta conmigo.
- Vale, muchacho, pero esfúmate y vete a descansar, anda.
- Cada día es más travieso tu antepasado - dictaminó la Lady cuando se hubo esfumado el fantasma - lo estás educando fatal, ÂTocinitoÂ.
- Ahora no me digas que es culpa mía, ÂRatitaÂ, cuando Mac Allister vivía, era todo un caballero, como corresponde a un Babbington, pero yo creo que han sido los niños, que no hacen nada más que enseñarle cosas que no debería aprender un caballero como él. Mañana hablaré con ellos.
- Bueno, Edmund, duérmete y no me marees - y se dio la vuelta.