la Gallina Feminista

Una gallina declarada feminista, que vivía en una casa de campo, decidió un día, que no se prestaría más para que la explotaran y cada huevo ponía lo rompía, para evitar que los dueños de la finca pudieran hacer uso de ellos.
Su disgustó consistía en que estaba cansada en que la engordaran y le exigieran producción.
Al comienzo lo hizo de buen agrado, pero con el tiempo sentía que su cuerpo no respondía por el esfuerzo y además le dolía la cola.
Inició una campaña con las demás gallinas de la granja para que se revelaran, porque ellas eran las dueñas de su cuerpo y, nadie tenía por qué obligarlas a ser máquinas de producción de huevos.
Su lema fue: “no poner ni un huevo más”, y algunas estuvieron de acuerdo, otras no, por temor a las represalias.
Desafortunadamente su posición fue extremista, porque tuvo la osadía de contradecir todos los dogmas impuestos.
Tenía una pedagogía de género autoritaria y crítica, con el propósito de lograr un cambio.
Hablaba de los gallos como el “sexo débil" allanando el camino de un nuevo movimiento de los derechos de las aves de corral.
Los gallos se encontraban visiblemente molestos, por lo que se propusieron anular cualquier iniciativa de la gallina feminista.
Para la feminista radical el género era un asunto cultural, como consecuencia de la desigualdad entre ambos sexos. Y consideraba que no era justo que mientras a ellas les exigían producción y se esforzaban demasiado, los gallos gozaran de todas las comodidades sin mayores sacrificios.
Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento.