La resaca
Descripción editorial
Por toda la extensión de las islas del Paco, hombres dispersos, de muchas razas europeas, y salidos de casi todas las clases sociales, llevan el impulso de su actividad y diseminan enfermedades. Unos prosperan, otros vegetan. Los hay que han escalado las gradas de un trono y poseen islas y armadas. Muchos de ellos tienen que casarse para vivir, y una lozana y jocunda dama de color de chocolate los sustenta en pura ociosidad; y, vestidos a usanza indígena, pero conservando todavía algún rasgo extranjero en su indumento o en sus modales, acaso una sola reliquia––un monóculo, por ejemplo–– del oficial y del caballero de otro tiempo, pasan la vida tumbados, a la sombra de las verandas techadas con hojas de palmera, y entretienen a una tertulia de isleños con los recuerdos de los teatros de variedades. Y aun hay otros, menos acomodaticios, no tan avispados, de peor suerte o quizá menos viles, a los que les sigue faltando el pan en aquellas islas de la abundancia.
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