Un meteorito en el fin del mundo

El 15 de septiembre de 2007 un meteorito cayó en una aldea perdida en el sur del Perú. Los espectadores de primera fila fueron un grupo de campesinos que pastaban ovejas flacas en un desierto hostil y castigado por la sequía. Era una de esas típicas aldeas andinas que sobreviven aisladas del resto del mundo. Tras la caída del meteorito, la aldea desconocida adquirió repentina notoriedad. Se volvió el centro del universo. Astrónomos, comerciantes de piedras, coleccionistas, geólogos, periodísticas, políticos, médicos, policías y toda suerte de aventureros oportunistas llegaron a ese confín y comenzaron a orbitar alrededor del cráter. Recogían los fragmentos esparcidos por todos lados. Algunos repartían dinero. Otros hablaban del futuro de la aldea. Anunciaban obras magníficas alrededor del agujero: carreteras, museos, hoteles, observatorios científicos.

Al oír tales cosas, los campesinos del lugar empezaron a creer que aquella aparente maldición que bien pudo haber acabado con toda la aldea escondía, en realidad, una gran oportunidad para dejar la miseria. Los poseyó la fe en su propio progreso. Pronto aislaron el cráter y decidieron cuidarlo día y noche de los intrusos. Nadie más que ellos se beneficiaría de aquella piedra del espacio.


Marco Avilés, Perú. 1978. Periodista y editor. Es uno de los fundadores de Cometa, un proyecto editorial que busca nuevos espacios para las grandes historias. Parte de la propuesta es la revista Cometa, que cambia de formato en cada edición. Ha colaborado con las revistas Effilee, SoHo, Esquire, Panenka, Letras Libres, Courrier Francia, Courrier Japón, entre otras publicaciones. Sus historias han sido incluidas en Los Malditos (Universidad Diego Portales, Chile) y Antología de la Nueva Crónica Latinoamericana (Alfaguara, Madrid). Su libro de crónicas Día de visita (Editorial Aguilar) ha sido reeditado en España por Libros del K.O. (Madrid). Editó y dirigió la revista de crónicas Etiqueta Negra. Empezó su carrera como reportero en el diario El Comercio. Publica el blog Crónicas de Waterloo.