Mi grandiosa chica-vaca

Un joven granjero descubre que un platillo volador ha abducido a una de sus vacas. Todo se pone mucho más extraño cuando les regresan a Lucero, la novilla, convertida en una sexy chica-vaca. ¿Cómo podrá mantenerse indiferente a ella ahora que se muere por tomar su leche?

"Lucero tomó mi mano y caminamos un rato por las hectáreas verdes de la granja. Pronto sentí su incomodidad por andar de pie y no a cuatro como a ella le gustaba. Mamá se esforzaba por corregirla en público, por lo que adivinaba lo presionada que se encontraba de caminar usando sus piernas. En un gesto de confianza, le dije que no tenía problema si quería ir a pies y manos, que a mí no me molestaba y que estaba contento con lo que quisiera hacer.
Ese fue mi error.
Conmovida por mi gentileza hacia su espíritu, más animal que humano, los ojos marrones de Lucerito brillaron. La campana que le colgaba del cuello resonó en cuanto se colocó en cuatro. Dios, decirle eso fue mi perdición: pronto su enorme trasero estaba frente a mis narices y la tela de su ropa se hundía en la hendidura de sus glúteos generosos, invitándome a dar una palmada a ese culito. Lucero no ayudó mucho al caminar a gatas e inclinarse sobre un montón de heno, que al tomarlo con la boca hizo que sus nalgas se alzaran, moviendo la cola de vaca a ambos lados. Se me puso dura entre los pantalones.
—¿Muuu? —balbuceó como pregunta, girando la cara hacia mí con un puñado de heno en la boca, impidiéndole hablar bien. A esta altura, no sabía si estaba jugando conmigo.
Mi chica-vaca regresó a mí andando en cuatro, e imagino que mi rostro no debió verse muy bien para que sus ojos, brillantes como los de ella sola, se cruzaran con mi mirada. No se puso de pie al llegar hasta mí, sino que se detuvo con la cara frente a mis pantalones, ya muy consciente a esa altura de la dureza de mi verga.
—¿Lucerito? —pregunté, intentando serenarme; pero ella llevó sus manos a mis pantalones, tal vez demasiado consciente de lo que nos estaba pasando.
—¿Muuu? —me preguntó, resignada al no encontrar el cierre.
Tuve que respirar un par de veces para que la sangre regresara a mi cerebro y estar seguro de que lo que estaba pasando era lo que ella deseaba y no lo que solo yo quería creer.
—¿Me quieres, Lucerito? —pregunté casi en un jadeo.
—¡Muuucho! –exclamó con una gran sonrisa y un sonrojo en su rostro.
Oh, mi grandiosa Lucerito…"