Fútbol 150 años
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En un siglo y medio de vida, el fútbol ha ayudado a contar la historia de las sociedades en transformación. Bajo la mirada de ese juego sencillo a la par que magnético, está el registro vivo de momentos apasionantes, trágicos, sublimes y dramáticos. Como un fiel retrato de los pueblos que lo han adoptado, el fútbol ha sido testigo tanto de barbaridades sociales cuanto de episodios de éxtasis colectivo, ha sufrido y ha provocado injusticias, repartido placer y fascinación con la misma desenvoltura con la que se ha generado grandes traumas y pequeñas lacras, pero, eso sí, ha estado siempre presente.
No es en balde que esa forma original y hábil de competir en grupo realzando las individualidades, es la única actividad humana de la que se tiene conocimiento, seguida por la nada insignificante cantidad de cuatro mil millones de personas, todos los fines de semana, a todas horas y en cualquier lugar. No existen fronteras geográficas, ni barreras sociales que limiten el gusto por ese juego. El fútbol como espectáculo, podrá ser caro e inaccesible; como negocio, podrá tener entrañas oscuras y a veces inescrutables, como tantas otras actividades de la selva contemporánea; seguramente, no siempre, el sentido común y la honradez pautarán sus mecanismos de control. Con todo ello, es la gran dehesa contemporánea, en la que todavía es posible decidir libremente complacerse o no, que en raras ocasiones excluirá aquellos que decidan incorporarse a el para practicar, admirar o sufrir. Sí, porque el fútbol es, ante
todo, tierra de incertidumbres y de padecimientos – que siempre ofrece su cara más atractiva, renovadora, revitalizadora. Y por la que siempre se tendrá que estar dispuesto a padecer.
En 150 años, el deporte que nace en el corazón de la Inglaterra de la Revolución Industrial pasó por innumerables periodos de transformación y de adecuación a las diversas culturas. Se fue moldeando a la diversidad de idiosincrasias de las sociedades a las que se fue incorporando, agregó costumbres locales respondiendo a un prolongado y largo proceso de maduración y, cuando parecía consolidado, acabó sometido a las leyes del mercado y sumergió en una nueva aventura revolucionaria, pautada por la tecnología, por la velocidad de transmisión de la información y por la globalización. No obstante, nunca perdió su esencia humanista porque, en este juego, por la lúcida percepción y la sabiduría del escritor uruguayo Eduardo Galeano, “donde menos se espera salta lo imposible, el enano propina una lección al gigante y un negro esmirriado y chueco deja bobo al atleta esculpido en Grecia”.