Tejedor de milagros

Esta obra literaria se compone de una serie de relatos fragmentarios, que narran distintos episodios de esta increíble historia de sanación que la autora experimentó, en su largo camino de padecimiento de la enfermedad del cáncer, sanación es la palabra santa, que se constituyo en un milagro de vida.


El relato está escrito con una depurada técnica del manejo del idioma y del uso armónico de imágenes literarias, entrelazadas con una narrativa limpia y sin adornos innecesarios, cada uno de los capítulos están entrelazados, concatenados y presentados como crónica que narra con dulzura y sin una pizca de protesta por las condiciones de salud que la autora experimentó.


En cada párrafo que el lector(a) leerá, encontrará una guía para que las personas con diagnostico de cáncer y sus familiares, puedan saber qué hacer, cómo enfrentar la enfermedad, qué procesos realizar para que no exista mala práctica médica. Todo esto presentado con calidad literaria que facilita la lectura y su comprensión: “Luego de unos veinte o treinta minutos de haber regresado a mi habitación, recuerdo que mi madre entró y me dijo mientras cerraba tras de sí la puerta: “Hija, tenemos que ser fuertes”. Se sentó a mi lado, al borde de la cama, y viéndome fijo a los ojos, con esa fortaleza y temple que siempre la han caracterizado, me dijo que venía de hablar con el radiólogo y la gastroenteróloga que me había recibido en la sala de emergencia esa madrugada. “Ambos sospechan que es cáncer en el hígado” agregó.


La sanación es para la autora un don de aceptación de la realidad, sin odio, ni dolor, sino con amor y satisfacción de poder estar en la presencia de Dios todos los días, a pesar de las malas noticias que recibimos: “No puedo describir el impacto que se siente escuchar algo así. Es imposible. Hay que vivirlo para poder comprenderlo. Sólo recuerdo que me quedé atónita, como si alguien me hubiera golpeado la cabeza con un bloque de concreto. Sólo miraba con asombro e incredulidad a mi madre. “No puede ser”, “No puede ser”, repetía como autómata... Narra nuestra autora.