Cosmópolis
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3.8 • 5 calificaciones
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- $169.00
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Descripción editorial
A sus veintiocho años, Eric Packer es multimillonario y asesor de inversiones. Un día de abril de 2000 se enfrenta a dos desafíos: apostar su fortuna contra la subida del yen… y ganar, y cruzar la ciudad en su limusina para cortarse el pelo… y llegar con vida. Durante su viaje, una odisea contemporánea fascinante, queda atrapado en un atasco producido por diversos acontecimientos: la llegada del Presidente a la ciudad, el funeral de un ídolo de la música, el rodaje de una película y una violenta manifestación política.
Cosmópolis transcurre en un solo día, el último de una época, símbolo del intervalo entre el final de la guerra fría y la actual era de terror, de los años 90, cuando el mercado financiero se desploma y la «nueva economía» inicia su agonía. La última novela de Don DeLillo es una historia intensa que surca los temas capitales de su obra: la alienación, la paranoia, el sexo, la muerte, el mercado global, el terrorismo y la relación entre poder y tecnología.
Reconocido por la crítica internacional como el maestro indiscutible de toda una generación, DeLillo es uno de los autores más importantes y representativos de la ficción norteamericana actual. Es dueño de un estilo directo, preciso, que se nutre de una amplia documentación y una elegancia estilística inusual, capaces de mover a la risa, al terror o a una profunda reflexión. La nueva novela de un autor descrito sin paliativos como «magistral», «asombroso», «exquisito» (New York Times, Newsweek, The New York Times Book Review,) es todo un acontecimiento literario.
Reseñas de clientes
Cosmopolis
Cosmópolis de Don DeLillo no es la mejor novela de su autor. Eso no significa que estemos ante su novela menor (¿existirá eso en el caso de DeLillo?). Sucede que es francamente imposible que Cosmópolis se sienta una novela acabada debido a su tema central: luego de que el capitalismo perdió a su enemigo natural a finales de los ochenta-principios-de-los-noventa, no ha tenido otra opción que destruirse lenta y seguramente a sí mismo, arrastrándonos a todos, amigos o enemigos suyos, sin clemencia y puede que hasta con una sonrisa en sus imaginarios y suicidas labios. Eric Packer, el protagonista de esta decimotercera novela de DeLillo, es hermoso y lo sabe. También es inteligente y lo sabe. Es exitoso y, carajo, lo sabe. Por ello es ya un billonario que si deseara pasar el resto de su vida sin levantarse de su cama, jamás pasaría hambre. Sin embargo, en una madrugada del mes más cruel, diría Eliot, del año 2000, Packer se da cuenta que lleva días sin poder dormir y sin "un amigo o amiga a los que tanto quisiera como para angustiarlos con una llamada a tales horas", por lo que planea hacer dos cosas para darle un poco de color a su ya grisácea existencia en el día que iniciará pronto: apostar su fortuna contra la subida del Yen en la bolsa de valores, además de irse a cortar el pelo. Y de esas dos acciones, la última es la que más le preocupa y en la que más se ocupa. Para cumplirla, tendrá que cruzar las convulsas calles del centro de Manhattan a bordo de una lujosa limosina el mismo día en el que el presidente de Estados Unidos decide visitar la ciudad, un grupo de fanáticos de un rapero Sufi atienden su funeral y un grupo de globalifóbicos (término "orgullosamente" mexicano que sigue trascendiendo fronteras) toman las calles para intentar "cambiar al mundo" por enésima ocasión. Cosmópolis es contundente, amarga, monótona y tan irreal como lo es la vida contemporánea. Sus personajes, en lugar de conversar se plantean soliloquios en los que su derivas mentales son obvias: hablan, sí, porque tienen boca y lengua y articulas sonidos y están llenos de conflictos a punto de derrumbarlos, pero apenas y se dan cuenta de a quién tienen frente a ellos y qué diablos producen cada oneline que han soltado sin mascar ("Sabes qué día es hoy, supongo./Perfectamente./Es mi día libre, maldita sea./Ya lo sé./Necesito una enormidad disfrutar de este día libre./También lo sé".) ¿Y es eso es un defecto? Para nada. DeLillo retrata con un irrefrenable ennui narrativo, ese mantra sobre el que campea esa irreverente épica del joven-ya-ajado Packer: "Cuando muriese, no sería su fin. Sería el fin del mundo." Y todo, parece decirnos entre líneas-dientes DeLillo, porque nadie supo cómo exorcizar a tiempo a ese "espectro que recorre el mundo". Todo porque decidimos mejor abrazar y alimentar al espectro. Por ello nuestro será el reino del vacío, del silencio y el de las sombras.
Palabra de DeLillo.