"desaparecido‪"‬

"desaparecido"


Regreso


Isla regresa a Marrow's End, atormentada por recuerdos y recibida por la frialdad de la ciudad.


El viento del océano era fuerte y atravesaba el abrigo de lana de Isla cuando salió del coche y pisó el asfalto agrietado de Marrow's End. El aire frío y salado le picó la cara y se subió el cuello en un intento inútil de protegerse del frío. El pequeño pueblo costero que una vez había sido su hogar se extendía ante ella, una sombra de lo que fue antes. Las calles estaban casi vacías, salvo por unos pocos lugareños dispersos que se movían rápidamente entre las tiendas, con la cabeza gacha como para evitar el peso del cielo opresivo. La vibrante temporada turística había pasado hacía tiempo, dejando a la ciudad en un estado de triste hibernación.


Isla se detuvo por un momento, contemplando el lugar familiar pero distante. El fin de la médula. Un nombre que antes salía de su lengua con un sentido de pertenencia, ahora le parecía extraño y pesado. Había jurado no volver nunca más, pero aquí estaba, atraída por un caso que se negaba a abandonarlo.


El sonido de las olas rompiendo contra la costa rocosa llenó el aire, un pulso rítmico que coincidía con el inquietante zumbido de su pecho. Era como si la ciudad misma tuviera un latido, lento y deliberado, su presencia palpable en cada piedra y esquina. Isla apretó con más fuerza la correa de cuero de su bolso y respiró hondo antes de comenzar a caminar. Cada paso se sentía pesado, los adoquines bajo sus pies resonaban con recuerdos que había tratado de enterrar durante mucho tiempo.


La plaza del pueblo estaba tal como la recordaba: tal vez un poco más desgastada, un poco más cansada. La pintura que alguna vez fue brillante en las fachadas de las tiendas se había descolorido, desgastada por años de negligencia y rocío del mar. La vieja torre del reloj, una reliquia del próspero pasado de la ciudad, se alzaba como un centinela en el centro, con las manecillas congeladas en las doce, como si el tiempo mismo hubiera abandonado Marrow's End.


Miró el reloj y una sonrisa amarga apareció en la comisura de sus labios. Algunas cosas nunca cambian.


“Isla Mercer.”


La voz era suave pero tenía una nota de sorpresa, como si su presencia fuera una aparición fantasmal más que una realidad. Isla se giró y sus ojos se encontraron con los de una mujer mayor parada en la puerta de la tienda general. Leonor Blackwood. El historiador de la ciudad y una de las pocas personas que podían afirmar conocer Marrow's End mejor que nadie.


“Eleanor”, respondió Isla, con voz firme, aunque requirió más esfuerzo del que esperaba.


La mirada de Eleanor era penetrante, sus ojos del color de las nubes de tormenta, profundos e ilegibles. Su cabello canoso estaba recogido en un moño apretado y llevaba un grueso chal sobre los hombros, lo que aumentaba su ya imponente presencia. Hubo un destello de algo en esos ojos: reconocimiento, tal vez, o tal vez algo más, algo que hablaba de los innumerables secretos que Eleanor había guardado a lo largo de los años.


“Ha pasado mucho tiempo”, dijo Eleanor, saliendo a la acera, sin dejar de mirar el rostro de Isla.


"Así es", coincidió Isla, forzando una sonrisa. "Demasiado tiempo".


Eleanor asintió lentamente, como si sopesara las palabras de Isla. “¿Qué te trae de vuelta?”


“Las desapariciones”, dijo Isla, yendo directo al meollo del asunto. No había necesidad de fingir; después de todo, ésta era la razón por la que había regresado. "Estoy aquí para ayudar".