Ready Player Two

El libro empieza bien. Luego se siente como una obra literaria de Swort Art Online. Pero sabe desprenderse a tiempo. Hay unos capítulos aburridos por la mitad del libro pero necesarios y el final es muy bueno. Lo recomiendo si les gusto el primero. El final me hizo reflexionar bastante sobre lo que es la vida y la conciencia humana. Saludos

Es exactamente lo que uno esperaría de la secuela de "Ready Player One": más aventuras juveniles, más descripciones donde a los buenos les va bien, misterios más misteriosos... ¿Qué otra cosa se podría esperar?

Ya he mencionado en otras reseñas de las novelas de Ernest Cline, sus relatos muchas veces tropiezan con ideas muy interesantes e intrigantes que tiene que ignorar para no desviarse de su trama principal. Y esta novela no es la excepción: Cline tropieza con dos ideas bastante brillantes, felizmente ahora sí le hace caso a una de ellas y a partir de ella desarrolla el conflicto de la trama. Nota espoilera: aproximadamente el primer 30% de la novela es una especie de chaqueta mental, de masturbación mental, después aparece esto y la trama se empieza a poner interesante.

Uno de los personajes principales es James D. Halliday, muere al principio de la primera novela y su testamento especifica el concurso que es la base de la trama de "Ready Player One". Y en esta segunda novela los personajes se topan con una segunda búsqueda llamada "El alma de la sirena". Cuando uno, como lector, se entera de esto, la primera reacción es abandonar la lectura por repetitiva, hasta que aparece el antagonista: es algo así como el lado oscuro de Halliday. En las últimas décadas de su vida, Halliday se dedica a desarrollar una tecnología neuronal para experimentar su mundo simulado, una de las consecuencias de esta tecnología es que accede y almacena todas las características físicas y mentales del usuario, así que puede recrear a toda una persona como simulación virtual, y una de las primeras digitalizaciones es la del propio Halliday, ahí es donde el autor, Ernest Cline, toma en cuenta la idea de que los humanos somos tridimensionales, no existen los buenos "blancos y puros", así como tampoco los malos "malosos y malvados". Al examinar a su alter ego digital, Anorak, Halliday se da cuenta de que también tiene todas sus características sociopáticas y misóginas, pero al no tener restricciones éticas ni morales, y al ser todopoderoso en el mundo virtual, puede hacer todo lo que quiera para satisfacer sus caprichos. El Halliday humano le impone diversos seguros y restricciones en su programación, pero el Halliday virtual (Anorak), al ser una IA autoconsciente, se va brincando o anulando estas restricciones hasta convertirse en el "malo" de la novela (por cierto, al final de la novela, este "malo" no parece tan "malo": hay que acordarse que la maldad absoluta no existe, Anorak amenaza con muchas maldades para conseguir su objetivo, pero al darse cuenta de que ha sido superado y engañado, acepta que la mayoría de sus amenazas eran exageraciones y mentiras. Esto lo hace no porque se haya vuelto "bueno", sino porque al no lograr lo que quería ya no tiene caso seguir amenazando).

Aunque plantea algunas consideraciones muy sutiles e intrigantes, nunca deja de ser una novela juvenil de aventuras, y su conclusión es totalmente idílica y cursi (leer el último capítulo se me hizo un muy buen ejercicio de templanza y tolerancia literaria). Algo así como para despedirse con "Y fueron felices y comieron perdices."

Muy buena secuela.