Casilda El Lamento de la Sayona

La muchacha trato de controlar los nervios, y aceleró el paso con rumbo hacia la casa. No miró atrás, no quería mirar atrás, no debía mirar atrás. Solo tenía que caminar hacia adelante y hacerse la sorda. Imposible, otra vez el movimiento entre los matorrales, otra vez la vara que sube y golpea las ramas, otra vez ese ensordecedor silbido que escuchaba casi pegado a sus oídos.
-Fuiiiiii fui fui fui fui fui fui, Fuiiiiii
Quiso comenzar un ligero trote pero las piernas no le dieron, ya el miedo comenzó a golpearle las sienes, su corazón se agitó y daba saltos en su pecho como caballo desbocado. Los arbustos que se mueven, la vara que cae y casi la golpea en la espalda.
-Fuiiiiii fui fui fui fui fui fui, Fuiiiiii
La chica está sudando ya no de miedo, de terror, su respiración es demasiado agitada y el corazón parece que fuera a salir de su pecho. Ya no piensa, solo intenta correr, pero nuevamente la vara le rosa la manga de la blusa. Se desespera, por fin saca valentía de lo más profundo de sus entrañas y grita.
-Maldito Silbón de mierda, a mí no me vas a joder.
Y emprende una veloz carrera, desandando el camino que anteriormente la había llevado al acantilado. Una vez más el maldito sonido que le taladraba el cerebro.
-Fuiiiiii fui fui fui fui fui fui, Fuiiiiii
Siguió corriendo desesperada mente y justo cuando se acercó al árbol de mango, cayó de entre su ramaje un bulto blanco en forma de ser humano y quedó colgado, sostenido por una gruesa cuerda.