Vivir con conciencia

“Sanar la percepción me costó tiempo, mientras lo lograba, tejí en mi mente infinitas historias de desamor, rechazo y abandono, en donde todos tenían un papel que cumplir basado en mis necesidades y expectativas. Mantuve en la conciencia mi gran cuento en donde cada historia era real. Pude desplazar de la manera más eficiente la verdad y se fue volviendo cada vez más invisible. Así crecí: haciendo que lo que no era verdad fuera mi mundo”. 


“Después de comprender que no había una frontera que separara el amor del sufrimiento, empecé a desarrollar una relación de amor genuina conmigo: a enamorarme de quien yo era. Aprendí a aceptar y valorar cada aspecto de mi intimidad, aunque no me gustara. Empecé a reconocer que tener miedo no era un pecado y traté de integrar a mi conciencia los aspectos que más temía, a tomar conciencia de mis sombras”.