La Imagen Desnuda de Dios
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Esto dijo Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio: «Permaneced en mí» [Jn 15, 4] y otra palabra en el Evangelio dice: «Bendito sea el hombre que habita en la sabiduría» [Eclo 14, 22]. Y ambas palabras coinciden: la palabra de Cristo «Permaneced en mí» y la palabra de la Epístola «Bendito sea el hombre que habita en la sabiduría».
Ahora presta atención a lo que el hombre debe tener si quiere vivir en él, es decir, en Dios. Debe poseer tres cosas. Lo primero es que se haya negado a sí mismo y de todas las cosas y que no dependa de nada que los sentidos toquen interiormente, es más, que no permanezca en ninguna de las criaturas que se hallan en el tiempo o en la eternidad. Lo segundo es que no ame este bien o el otro, sino aquel del que fluye todo bien; porque nada es más gozoso o apetecible que en donde está Dios. Por eso no debe amarse ningún bien sino en la medida en que en él se ame a Dios; y así, no se debe amar a Dios a causa de su reino de los cielos o de cualquier otro deseo, más bien hay que amarlo a causa de la bondad que es en sí mismo. Pues quien lo ama a causa de cualquier otra cosa, éste no vive en él, sino en aquello a causa de lo cual lo ama. Por eso, si queréis permanecer en él no lo améis por otra cosa sino por sí mismo. Lo tercero es que [el hombre] no debe aceptar a Dios, por su bondad o justicia, sino que debe comprenderlo en la substancia pura y limpia en la que él se comprende a sí mismo en su pureza. Pues la bondad y la justicia son un vestido de Dios que lo ocultan. Por eso, aparta de Dios todo cuanto lo reviste y tómalo puro en el vestidor en donde está descubierto y desnudo en sí mismo. Entonces permaneceréis en él.