La Tierra sin Dios de los Mil Ídolos
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Cada día es más evidente en nuestro mundo que estamos viviendo en una tierra impía en constante expansión.
Hoy en día, hay una guerra espiritual dirigida contra todos los seguidores del nuevo Adán, Jesucristo. La mayoría de los cristianos de hoy viven en una cultura que, en el mejor de los casos, es neutral con respecto a la fe cristiana.
El ateísmo y el rechazo a Dios están creciendo muy rápidamente en nuestras sociedades ya seculares en todas partes a través del trabajo de grupos de interés que están bajo la autoridad del Maligno.
Las leyes e ideologías retorcidas creadas para satisfacer una cosmovisión humana inmoral se están extendiendo por todo nuestro hemisferio occidental. La desigualdad y la injusticia crecen en nuestro planeta, y la decadencia humana aparece por doquier.
Al mal se le llama bien y al bien se le llama mal. Esto ha permitido la promiscuidad y la decadencia en nuestras sociedades, aumentando rápidamente los problemas de salud física y mental.
Esto siempre sucede cuando Dios está ausente, y la maldad del hombre crece cuando cambia la verdad acerca de Dios por una mentira en sus vidas, una mentira que ha sido convenientemente difundida por el rey de los mentirosos, Satanás, a través de su ejército de seguidores.
Incapaces de sobrevivir, las sociedades sin Dios acaban muriendo. En consecuencia, todos aquellos individuos que voluntariamente rechazan a Dios, son desposeídos porque no buscan el reino de Dios y su justicia, y nada les está siendo dado en sus propias vidas, especialmente protección del maligno.
Satanás ha puesto una venda espiritual sobre los ojos de los que no creen.
No pueden ser guiados por el Espíritu Santo. Están a merced de su propia naturaleza humana caída. Este será sin duda el destino que les espera a todos aquellos que han hecho su morada en la tierra sin Dios.
En este breve ensayo, el autor describe algunas situaciones que están teniendo lugar en nuestras tierras sin Dios en constante expansión y sugiere formas de vida para contrarrestar sus efectos malignos y perniciosos en nuestras vidas.